“Buenos dias… Buenos dias… ”.
Le guide nous réveille d’une voix douce. Il est à peine 5 heures 30, la lueur
du jour est encore timide, il fait toujours frais. Mon voisin de lit, et
compagnon de marche, me demande, à travers la moustiquaire, comment vont les
ampoules aux pieds et les courbatures aux jambes. Il semblerait qu’il ait cessé
de pleuvoir, après l’impressionant orage de la veille. Le dîner était bon, je
pense à moitié endormie- étonnant que tous
les jours, ils amènent de quoi faire de très bons repas sur des mules. Quant à
l’eau, ces petites pastilles purificatrices font finalement bien leur travail. Les
camps en pleine jungle, des lits superposés en bois, sont spartiates mais
confortables. J’ai du avoir un peu de fièvre hier, me dis-je, je me sentais
faible. Sûrement la fatigue, l’effort physique, l’inflammation.
Les visages encore gonflés,
tout le monde se salue le matin. Difficile de se mettre en marche. Heureusement
Dani, le guide, qui connaît très bien la region, pour avoir fait le trek 700
fois en 26 ans; en pleine forme du haut de ses 48 ans et toujours souriant,
nous remonte le moral. Café, fruits, oeufs, arepas: un bon petit déjeuner pour
se mettre en route.
Après deux jours de marche, dans
la nature totale, 8 heures chaque jour, et une ascension progressive, nous
atteignons la Ciudad Perdida aujourd’hui, dimanche. Encore des cascades,
encores des rivières, encore une jungle dense qui laisse à peine pénétrer la
lumière, encore l’humidité, encore la chaleur… pour arriver à ces ruines en forme de terrasses.
C’est splendide, la vue est
grandiose, le groupe est heureux d’y être arrivé après les montées et 1200
escaliers. On a mal, mais on est heureux et Dani a preparé des bombons pour l’arrivée.
Le groupe, soudé, écoute avec attention les histoires des tayrona et s’amuse à
prendre des photos. Mais tout le monde ressent que ce qui est beau finalement,
c’est toute l’aventure, plus que l’arrivée elle même.
Le contexte: Sierra Nevada de
Santa Marta, tout prêt de la côte caribéenne. La ciudad perdida: un des
villages de la civilization Tayrona qui habitait la région. Le climat, humide
et très très chaud, saison de pluies torrentielles et d’orages tous les jours à
partir de 15-16 heures.
Ce don’t il s’agit: un trek de
4 jours, à travers la montagne et la jungle pour atteindre cette fameuse Ciudad
Perdida, ce qui suppose une ascension de 200 à 1200 mètres d’altitude. Beaucoup
de marches, et beaucoup de côtes, beaucoup de boue, beaucoup de pluie. Des traversées
de fleuves, de magnifiques cascades, des paysages verdoyants et inouïs.
Ce que ça suppose: un effort
physique exigeant, des nuits passées dans des camps sous l’orage, sans
électricité ni eau chaude, des habits pratiquement toujours mouillés pendant 4
jours. Des dîners à la chandelle avec ses camarades, à écouter des histoires sur
les Tayrona o de la Colombie, à jouer aux cartes. Un guide merveilleux,
originaire de la région, qui nous aide et nous accompagne, nous instruit et
nous fait rire. Un superbe mélange hétérogène
de 12 personnes venues des 4 coins du globe, solidaires, optimistes, pleines de
vie et d’énergie.
Ce qu’on en apprend: c’est un
défi, le dépassement de ses limites, il faut se pousser à bout et comprendre
que lorsqu’on n’en peut plus, on peut encore continuer. Croire en soi et
accepter que la douleur des muscles et des pieds, est surmontable. C’est aussi
se retrouver à marcher sous la pluie et à sautiller dans les flaques en se
sentant petite fille à nouveau. Apprendre à demander de l’aide et à se laisser
aider, ignorer nos idéaux européens d’autosuffisance, de femme qui peut tout
faire toute seule et assumer que traverser les courants du fleuve avec l’aide
d’un homme, c’est tout de même bien plus facile. Se solidariser, encourager les
autres et se laisser encourager lorsqu’on fatigue. Accepter cette fatigue, la
reconnaître, et ne pas en avoir honte. Apprendre à survivre avec trois fois
rien et n’avoir besoin que de l’essentiel. Perdre la peur de la jungle et de la
nature, des orages et des multiples insectes. Déconnecter du monde virtuel.
Etre patient, quand il reste encore 5 heures de marche et qu’on se sent déjà
épuisé. Dormir, n’importe où, n’importe comment, et dès 20 heures. Tout faire
pour ne pas tomber malade.
Et enfin… finir le trek,
enlever ses chaussures, prendre une bière fraîche, une bonne douche, embrasser
ses compagnons de route, retrouver le monde civilisé, et être certain d’avoir
vécu une des plus belles expériences de nos vies.
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“Buenos días, Buenos
días”. El guía nos despierta de una voz
muy suave. Apenas son las 5h30, la luz del día aún se muestra tímida, y todavía
hace fresco. Mi vecino de cama, y compañero de caminata, me pregunta a través
de la mosquitera por las ampollas en los pies y las agujetas de las piernas.
Parece que hubiera dejado de llover, tras la impresionante tormenta de anoche,
quizás lo que oiga ya solo sea el río. La cena estaba buena, pienso,
impresionada de que traigan la comida diariamente en mulas y la preparen en las
cocinas de los campamentos. En cuanto al agua, parece que esas pastillas
purificadoras hacen bien su trabajo, Los campamentos son modestos, camas
superpuestas de madera, pero bastante cómodas. Creo que anoche tuve algo de
fiebre, me digo a mí misma, me sentía muy débil. Será el cansancio, el esfuerzo
físico, la inflamación.
Las caras aún hinchadas por
el sueño, todo el mundo se saluda.
Difícil ponerse en marcha. Afortunadamente Dani, el guía, que conoce muy bien
la región por haber hecho el trek 700 veces en 26 años, en plena forma con sus
48 años de edad, y siempre sonriente, nos anima. Café, frutas, huevos, arepas.
Un desayuno de campeones para ponerse en marcha.
Tras dos días de marcha en
plena naturaleza, 8 horas al día, y una ascenso progresiva, llegamos al fin a
la ciudad perdida. Más cascadas, más rios, más jungla tan densa que no deja
penetrar la luz, más humedad, más calor… para llegar a estas ruinas en formas
de terrazas. La vista es grandiosa, nos duele, pero el grupo está feliz de
haber llegado tras cuestas y unas 1200 escaleras. Unidos, escuchamos con
atención las historias sobre los tayronas mientras tomamos los dulces que nos
tenía preparados Dani.
Poco a poco, todos toman
consciencia de que lo más bonito es la aventura en sí, más que la llegada a la
ciudad perdida.
El contexto : Sierra Nevada de
Santa Marta, cerca de la costa. La ciudad perdida: uno de los pueblos de la
civilización tayrona que habitaba la región. El clima, húmedo y muy caluroso,
lluvias torrenciales y tormentas, todos los días avpartir de las 3 o 4.
De lo que se trata: un trek de
4 días por montaña y jungla para llegar a la ciudad perdida, suponiendo un ascenso
de 200 a 1200 metros de altitud. Muchas escaleras, cuestas, mucho barro, mucha lluvia.
Travesías de ríos, maravillosas cascadas y paisajes impresionantes.
Lo que supone: un esfuerzo físico
exigente, noches pasadas en el campamento bajo las tormentas, sin electricidad
ni agua caliente, ropa prácticamente siempre mojada. Cenas a la luz de la vela
con los compañeros, escuchando las historias de los tayrona o de Colombia,
jugando a las cartas. Un maravilloso guía, que nos ayuda y nos acompaña, nos
enseña y nos hace reír. Un grupo heterogéneo de 12 personas venidas de los 4
rincones del planeta, solidarios, opptimistas, llenos de vida y de energía.
Lo que se aprende: a superar
sus límites, un verdadero reto. A entender que cuando uno piensa que no puede
más, siempre puede. A creer en sí. El dolor es soportable. Caminar bajo la
lluvia, pisando charcos, y sentirse de nuevo niña pequeña. Aprender a pedir
ayuda y dejarse ayudar, ignorando nuestros ideales europeos de autosuficiencia,
de mujer que puede con todo, y entender que atravesar las corrientes de un río
con la ayuda de la fuerza de un hombre, es mucho mejor. Solidarizarse, dar ánimos
y recibirlos cuando se está cansado. Aceptar el cansancio, reconocerlo, y no
avergonzarse de ello. Vivir solo con lo esencial. Perder el miedo a la jungla y
a la naturaleza, a las tormentas, a los insectos y bichos. Desconectar del
mundo virtual (y que tu móvil muera, por cierto). Ser paciente, cuando quedan 5
horas de marcha y uno ya siente el agotamiento. Dormir en cualquier lugar de
cualquier manera, desde las 8 de la noche. Hacer todo lo posible para no caer
enfermo.
Y finalmente, acabar el trek,
quitarse lo zapatos, tomar una cerveza fria y una ducha, abrazar a sus compañeros
de ruta, volver a la civilización, recordar los paisajes asombrosos, y sentirse
totalmente seguro de haber vivido una de las experiencias más bonitas de su
vida.
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© 2014 Julie Cayrol. Camp dia 2
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© 2014 Julie Cayrol. Camp dia 2 |
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© 2014 Julie Cayrol |
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© 2014 Julie Cayrol. Un grupo simpatico |
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© 2014 Julie Cayrol, nuits à la chandelle |
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© 2014 Julie Cayrol, nuits à la chandelle |
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© 2014 Julie Cayrol, nuits à la chandelle |
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© 2014 Julie Cayrol |
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© 2014 Julie Cayrol. Dani el guia, y hojas de coca |
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© 2014 Julie Cayrol. Dani el guia, y hojas de coca |
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© 2014 Julie Cayrol. |
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© 2014 Julie Cayrol |
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© 2014 Julie Cayrol. Niño Tayrona |
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© 2014 Julie Cayrol. Niño Tayrona |
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© 2014 Julie Cayrol. Niño Tayrona |
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© 2014 Julie Cayrol. Niño Tayrona |
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© 2014 Julie Cayrol. Dani y los niños Tayrona |
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© 2014 Julie Cayrol. Pueblo Tayrona |
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© 2014 Julie Cayrol. Las mulas cargando comida |
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© 2014 Julie Cayrol. Cruzando rios |
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© 2014 Julie Cayrol. Llegando a la ciudad perdida |
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Llegando a la ciudad perdida |
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© 2014 Julie Cayrol. Llegando a la ciudad perdida |
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© 2014 Julie Cayrol. Llegando a la ciudad perdida |
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© 2014 Julie Cayrol.Dani risueño en la ciudad perdida |
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© 2014 Julie Cayrol. Alli arriba |
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© 2014 Julie Cayrol. Llegando a la ciudad perdida |
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© 2014 Julie Cayrol. Llegando a la ciudad perdida |
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© 2014 Julie Cayrol. Ciudad perdida |
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© 2014 Julie Cayrol. Dani y el chamán |
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© 2014 Julie Cayrol. Cruzando ríos
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© 2014 Julie Cayrol. Cruzando ríos
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