La travesia de la sierra de Oaxaca, de la costa a la ciudad de Oaxaca, no fue desprovista de aventuras.
Todo se decidió como las mejores decisiones en la vida: impulsivamente. Pasamos de estar tumbadas en la Posada del Arquitecto, a estar empacando las mochilas, y media hora después, andábamos en un taxi camino a.. Pochutla. Pueblo animado y todo salvo bello, encontramos una compañía de camionetas de 16 plazas que nos llevaría en 6 horas a Oaxaca (frente a las 10 horas de la ADO- quién sabe como lo harían. Pronto lo descubriríamos).
La banda sonora de Pochutla era: "Pa Oaxacaaaa, pa Oaxacaaaa, hay plazas, pa oaxacaaaaa".
Olía a pan dulce, y hacía mucho calor.
Cuando por fin nos sentaron en la camioneta (y es que había un chico específicamente ahí para asignaros los asientos. De una camioneta de 16 plazas, insisto), entendimos como tardaban tan poco. Agil y alegre, fuimos recorriendo las curvas de esta bella carretera de montaña para llegar en cinco horas y media a Oaxaca. El señor a mi lado se dormía sobre mí, y la chica sentada al lado del conductor le contaba la vez que había pasado la frontera californiana con unos coyotes (esa gente que ayuda a pasar fronteras) y les había pillado la policía. Todo al son de un sólido reggaeton alternado con unas buenas rancheras. Todo muy cómico, y muy pintoresco.
Llegamos a un hotelito, a dormirnos bien pronto... para despertarnos unas pocas horas después por... un terremoto ! Nada más y nada menos que 6.4 en la escala de Richter. Lena tuvo a bien acordarse de lo que le habían enseñado, y llevar a sus niñas bajo el marco de una puerta mientras la tierra se revolvía bajo nuestros pies. Qué imagen: las tres en pijama, a las 6 de la madrugada, bajo el marco de la puerta, mientras los gringos chillaban en el patio del hotel en calzoncillos.
Oaxaca es una muy bella ciudad, muy alegre, muy colorida, y cuando llegamos, quedaban remanentes del famoso festival Guelaguetza, y había aún muchos mercados de artesanías y productos típicos por las calles. El propio mercado de Oaxaca, en plena ebullición durante el día, ofrece todo tipo de productos de la región, desde el delicioso quesillo, hasta el sabroso mezcal, y todo tipo de tlayudas, quesadillas de huitlacoche, de flor de calabaza, mole de todos los colores, café, chocolate... La lista es larga: un verdadero paraíso gastronómico.
La posada Casa del Sol es un lugar hermoso de cuartos amplios y techos altos coloniales, cuyo dueño es amable y da todo tipo de consejos. El desayuno en ese patio interior es un gusto antes de partir a la descubierta de Oaxaca.
http://www.hostalcasadelsol.com.mx
La catedral yacía tan espléndida como nos habían contado, y el zócalo estaba ocupado por maestros en huelga. Tenía un aire a la puerta del Sol de aquel entonces. Bailamos en la calle a los pies de la iglesia, bajo la mirada sorprendida de los oaxaqueños que animaban a esas españolitas. Paseamos por los mercados y por las calles, visitamos muchas galerías de arte y tomamos margaritas de mezcal.
Nos fuimos a las cercanas cascadas petrificadas, y a las ruinas de Mitla, comimos como reinas, y disfrutamos de los habitantes tan acogedores de Oaxaca.
Nos encantó cada cosita de este estado tan alegre como simpático.. Y sin duda hubiéramos alargado la estancia si no hubiese sido porque nos esperaba la capital, capirucha, DF o Deefe, los chilangos, con ganas de fiesta y de celebración !
(Seguimos con fotos de iphone)
Todo se decidió como las mejores decisiones en la vida: impulsivamente. Pasamos de estar tumbadas en la Posada del Arquitecto, a estar empacando las mochilas, y media hora después, andábamos en un taxi camino a.. Pochutla. Pueblo animado y todo salvo bello, encontramos una compañía de camionetas de 16 plazas que nos llevaría en 6 horas a Oaxaca (frente a las 10 horas de la ADO- quién sabe como lo harían. Pronto lo descubriríamos).
La banda sonora de Pochutla era: "Pa Oaxacaaaa, pa Oaxacaaaa, hay plazas, pa oaxacaaaaa".
Olía a pan dulce, y hacía mucho calor.
Cuando por fin nos sentaron en la camioneta (y es que había un chico específicamente ahí para asignaros los asientos. De una camioneta de 16 plazas, insisto), entendimos como tardaban tan poco. Agil y alegre, fuimos recorriendo las curvas de esta bella carretera de montaña para llegar en cinco horas y media a Oaxaca. El señor a mi lado se dormía sobre mí, y la chica sentada al lado del conductor le contaba la vez que había pasado la frontera californiana con unos coyotes (esa gente que ayuda a pasar fronteras) y les había pillado la policía. Todo al son de un sólido reggaeton alternado con unas buenas rancheras. Todo muy cómico, y muy pintoresco.
Llegamos a un hotelito, a dormirnos bien pronto... para despertarnos unas pocas horas después por... un terremoto ! Nada más y nada menos que 6.4 en la escala de Richter. Lena tuvo a bien acordarse de lo que le habían enseñado, y llevar a sus niñas bajo el marco de una puerta mientras la tierra se revolvía bajo nuestros pies. Qué imagen: las tres en pijama, a las 6 de la madrugada, bajo el marco de la puerta, mientras los gringos chillaban en el patio del hotel en calzoncillos.
Oaxaca es una muy bella ciudad, muy alegre, muy colorida, y cuando llegamos, quedaban remanentes del famoso festival Guelaguetza, y había aún muchos mercados de artesanías y productos típicos por las calles. El propio mercado de Oaxaca, en plena ebullición durante el día, ofrece todo tipo de productos de la región, desde el delicioso quesillo, hasta el sabroso mezcal, y todo tipo de tlayudas, quesadillas de huitlacoche, de flor de calabaza, mole de todos los colores, café, chocolate... La lista es larga: un verdadero paraíso gastronómico.
La posada Casa del Sol es un lugar hermoso de cuartos amplios y techos altos coloniales, cuyo dueño es amable y da todo tipo de consejos. El desayuno en ese patio interior es un gusto antes de partir a la descubierta de Oaxaca.
http://www.hostalcasadelsol.com.mx
La catedral yacía tan espléndida como nos habían contado, y el zócalo estaba ocupado por maestros en huelga. Tenía un aire a la puerta del Sol de aquel entonces. Bailamos en la calle a los pies de la iglesia, bajo la mirada sorprendida de los oaxaqueños que animaban a esas españolitas. Paseamos por los mercados y por las calles, visitamos muchas galerías de arte y tomamos margaritas de mezcal.
Nos fuimos a las cercanas cascadas petrificadas, y a las ruinas de Mitla, comimos como reinas, y disfrutamos de los habitantes tan acogedores de Oaxaca.
Nos encantó cada cosita de este estado tan alegre como simpático.. Y sin duda hubiéramos alargado la estancia si no hubiese sido porque nos esperaba la capital, capirucha, DF o Deefe, los chilangos, con ganas de fiesta y de celebración !
(Seguimos con fotos de iphone)
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Calle Macedonio Alcala, Oaxaca |
Comiendo mamey en Oaxaca |
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