Y llegó lo mejor de nuestro viaje en Panamá.
Y lo mejor de Panamá llegó traídas en una camioneta, con un conductor del autobús más sorprendido porque no estuviéramos casadas que porque viajáramos solas, pasando incontables pueblos plagados de supermercados chinos (sí, tienen el monopolio del pequeño comercio en Panamá), escuchando la radio local que acusaba a los políticos de haber intoxicado el agua de una región de Panamá. Con esta camioneta blanca nos adentrarnos en la montaña y con ello, en los bosques nubosos... El conductor nos dejó en medio de la carretera, en una curva, donde un cartel indicaba con una flechita.. Lost and Found.
Qué mágico ascender unos 30 minutos por la selva, para llegar a un hostal construido de manera totalmente ecológica, sin tocar ni un árbol, con cabañitas dispersas por doquier. Vistas para cortar la respiración, y un ambiente comunitario donde todo se compartía, conocimos y convivimos con gente muy interesante venida de los cuatro rincones del mundo, y pudimos explorar la región de Chiriquí, húmeda y verde, cuna de la agricultura panameña, repleta de cafetales y de personajes interesantes y entrañables, por fin algo más acogedores y simpáticos que los locales que habíamos conocido hasta entonces. Y probar numerosas delicias, el jugo de caña con su toque de naranja, los granos de café endulzado con miel, el vino de mora...
Fueron unos días tranquilos, que nos regalaron calidez, perdidas en un bosque encantado y reencontradas con lindos personajes, antes de fugarnos hacia el bello e intenso México.
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